Por qué fracasa la política de protección climática – y la energía nuclear es la solución

Comentario de Frank-Christian Hansel y Michael Limburg, 24 de febrero de 2025 en la revista online “freilich”:

Harold Lewis: “El calentamiento global es el mayor y más exitoso fraude pseudocientífico que he visto en mi larga vida como físico.”
– Harold Lewis: Carta de renuncia a la American Physical Society

Desde hace años, la política energética y climática alemana está dominada por un dogma: la descarbonización total de la economía, cueste lo que cueste. La salida del carbón, considerada el núcleo de esta estrategia, se presenta como un mandato moral y como una medida sin alternativa en la lucha contra el cambio climático. Pero un análisis más detenido de los hechos desenmascara esta política como ineficaz, costosa y en gran parte impulsada por una ideología climática-apocalíptica, cuyo beneficio para el clima global no es comprobable. En lugar de lograr una protección climática efectiva, se debilita el suministro energético de Alemania, se pone en peligro la competitividad industrial y se amenaza el bienestar de los ciudadanos.

Al mismo tiempo, Alemania ignora una tecnología decisiva que está viviendo un renacimiento a nivel mundial: la energía nuclear. Las tecnologías de reactores más modernas, incluidos los reactores modulares pequeños (SMR), ofrecen la posibilidad de un suministro energético limpio, seguro y fiable, que además es económicamente sensato y respetuoso con el clima.

Un costoso juego de suma cero: la salida del carbón sin efecto climático alguno

Datos actuales y respuestas del Ministerio Federal de Economía muestran claramente: la salida del carbón en Alemania carece por completo de efecto desde el punto de vista climático. La razón no es que el gobierno federal haya omitido eliminar los certificados de emisiones liberados en el sistema europeo de comercio de emisiones. Sino que las emisiones de la UE, incluida Alemania, no dejan ni rastro en la concentración de CO₂ —ni siquiera una muesca en la curva ascendente que puede consultarse, entre otros, en Mauna Loa. Pero justamente la concentración debería, según el IPCC, aumentar la llamada radiación de retroceso, que —siempre según el IPCC— sería responsable de manera espontánea de nuestro clima. Eso quedó más que claro durante el gran experimento del confinamiento en 2020, cuando se emitieron 2,4 gigatoneladas menos de CO₂ que el año anterior y también que el siguiente. Esta enorme cantidad —equivalente a la paralización económica de casi toda la UE— fue completamente ineficaz.

No obstante, estos certificados —tan ineficaces como perjudiciales— que deberían haber sido retirados del mercado con el cierre de las centrales de carbón, siguen estando disponibles y pueden ahora ser usados por otras empresas en Europa. Otra consecuencia absurda: mientras Alemania gasta miles de millones para desmantelar sus plantas de carbón, en otras partes de Europa se emiten cantidades equivalentes de CO₂. Todo el proceso se asemeja a un juego de suma cero, donde ni siquiera el balance global de CO₂ mejora —aunque, como ya se dijo, no tiene ningún efecto.

Política simbólica multimillonaria a costa de los ciudadanos

Las cifras hablan por sí solas: solo para la salida del carbón se destinaron 4.350 millones de euros del Fondo de Clima y Transformación para pagos compensatorios a operadores de centrales eléctricas. Además, hasta 2038 se pagarán ayudas estructurales por valor de 40.000 millones de euros a las regiones afectadas por el lignito. Estas sumas gigantescas se destinan a un proyecto que —por la falta de eliminación efectiva de los certificados de emisiones— no conlleva ninguna reducción real de emisiones a nivel europeo.

Mientras tanto, los precios de la electricidad en Alemania siguen subiendo, ya que el vacío dejado por las centrales de carbón se llena con costosas importaciones de gas o con energía renovable volátil. Estos aumentos de precios afectan no solo a los hogares privados, sino que también debilitan la competitividad de la industria alemana. Las empresas con alto consumo energético amenazan con trasladarse al extranjero, mientras que la población se ve cargada con costes energéticos cada vez mayores.

Un enfoque racional podría haber sido simplemente abandonar esta vía y volver a caminos de energía asequible con nuclear o carbón, petróleo y gas, como lo están haciendo actualmente los EE. UU. bajo Donald Trump y como lo hacen todos los demás países, independientemente de sus declaraciones públicas “verdes”.

La energía nuclear como alternativa sensata

Mientras Alemania se empecina en seguir su camino energético ideologizado, en otros países se apuesta de nuevo por la energía nuclear. Francia, Polonia, la República Checa y Hungría, entre otros, están construyendo nuevas centrales nucleares o planificándolas. También en Asia —especialmente China e India— se están levantando muchas nuevas instalaciones nucleares. En total, más de 400 reactores nucleares están actualmente en funcionamiento en todo el mundo, y se están construyendo más de 50 nuevos reactores.

Particularmente prometedor es el desarrollo de los llamados reactores modulares pequeños (SMR, por sus siglas en inglés). Estos reactores compactos pueden producirse en serie, instalarse rápidamente y operar de forma segura. Requieren menos espacio, tienen costes de construcción significativamente menores que las grandes centrales nucleares convencionales y pueden adaptarse de manera flexible a diferentes necesidades energéticas. Además, los SMR presentan mejoras técnicas significativas en materia de seguridad y eficiencia. Pueden integrarse bien en redes descentralizadas y son ideales como complemento a las energías renovables, para garantizar un suministro continuo.

Cambio de rumbo necesario

Alemania necesita urgentemente un cambio de rumbo en su política energética. La salida del carbón, tal como se está llevando a cabo actualmente, no solo es ineficaz en términos climáticos, sino que también daña económicamente al país. En lugar de seguir una política energética ideológica, hay que poner el foco en soluciones tecnológicas reales y eficientes.

La energía nuclear ofrece exactamente eso: es climáticamente neutra, eficiente y, gracias a los avances técnicos, también segura. Especialmente los reactores modulares pequeños pueden desempeñar un papel clave en el suministro energético del futuro. Alemania no puede permitirse ignorar por más tiempo esta tecnología. En lugar de seguir siendo un ejemplo negativo, el país podría volver a convertirse en líder tecnológico y de innovación.

El bienestar de nuestros ciudadanos, la seguridad del suministro y la preservación de nuestra base industrial deben estar por encima de símbolos ideológicos. Es hora de que Alemania actúe con racionalidad y valentía —y dé paso finalmente a una política energética basada en la razón y la tecnología.

 

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